jueves, 12 de febrero de 2009

Mi impresión sobre...Tropic Thunder


Me parece que esta película se estrenó el año pasado un poquito después de la de e Iron Man. Lo se básicamente porque con Iron Man todo el mundo pareció redescubrir el pedazo de actor que es Robert Downey Jr y en paginas de comics y tal le dieron mogollón de bombo. La verdad es que había leído buenas críticas de la peli, pero por unas circunstancias o por otras no había podido verla hasta ayer mismo, vía mula. Y la verdad es que no me decepcionó en absoluto.

La peli la dirige uno de sus protas, el ínclito Ben Stiller, autor o actor ( o ambas cosas) hasta ahora de alguna peli moderadamente estimable pero en su conjunto bastante normalito. Comedietas románticas con algún toque más o menos destacable, parodias más o menos inspiradas pero poco más. Vamos que sus pelis entretienen y son tan rápidamente olvidadas como disfrutadas. Y esta peli no es una excepción. Vamos, que no esperéis si la veis la obra cumbre del nuevo cine norteamericano porque desde luego no aspira a ello. Ni falta que le hace, entre tanto pedante actual, de vez en cuando se agradece algo de cine hecho meramente para pasar el rato y que efectivamente consigue su objetivo. Y desde luego Tropic Thunder consigue su objetivo más que de sobra.

Básicamente el argumento (sin querer desvelar nada, como de costumbre) gira en torno al rodaje de una típica superproducción americana con tres superestrellas (y una cuarta un poquito menos estrella) en los papeles protagonistas. Lo gracioso del caso empieza cuando desde el principio se concretan muy bien los arquetipos de cada uno de los protas. El primero es el típico actor que interpreta a algún superheroe cachas en pelis de acción desenfrenada que está viviendo algunas horas bajas en su carrera (¿os suena de algo?), interpretado por Ben Stiller. El segundo el muy típico también actorcillo de comedietas de tres al cuarto escatológicas a más no poder, al que da vida Jack Black. Y el tercero el muy arquetípico actor con nosecuantos Oscar en su haber y obsesionado por el "método", al que encarna, como no podía ser de otra manera, Robert Downey Jr. A ellos se les suma el clásico rapero exitoso del momento que se sube al carro de hacer películas como quien no quiere la cosa.

Con estos elementos se podía haber enfocado una comedia blanca perfectamente típica. Y no os confundáis. No es que sea una crítica inmensamente sesuda del mundo Hollywoodiense, en la cual se elucubran sobre la pobre condición humana que se exhibe en la meca del cine. Sin embargo la sátira en torno a todo el mundillo de las grandes superproducciones y los grandes actores de fama internacional es una constante durante todo el metraje. Y lejos de cansar o resultar pesada, se hace inmensamente llevadera precisamente por el tono general de la cinta, en la cual los chistes, siendo un gran número de ellos de una gran agudeza, se suceden a un ritmo adecuado. Stiller no se obsesiona con que en cada escena aparezca algo netamente gracioso, sino que en la mayoría de circunstancias se conforma con la sonrisa cómplice del espectador, y solo en determinados momentos, muy bien llevados busca la carcajada, cosa que por lo menos conmigo consiguió en varios intentos. Las situaciones en general están bien hilvanadas y Stiller es obvio que se toma en serio al espectador, sabiendo perfectamente que este es más que capaz de impregnarse de la crítica vertida hacia su propio trabajo y su propio mundillo. Más quisieran muchos directores, con fama de sesudos intelectualoides de pacotilla y que lo único que hacen con muchas de sus cintas es resultar reiterativos hasta la extenuación, mostrar el respeto al espectador que muestra el cómico norteamericano.

En cuanto a las actuaciones a un más que correcto Ben Stiller (el tío sabe que no es Pacino, y lo acepta de forma totalmente natural haciendo uso de sus limitados medios interpretativos sin exageraciones innecesarias) y a un fenomenal (como siempre) Robert Downey Jr se les une un Jack Black que a mi admito siempre me ha resultado cargante por lo excesivo de sus actuaciones. Cierto es que su personaje es de por sí excesivo, pero no creo que sean necesarios los aspavientos del sobrevalorado Black para interpretarlo. Para mí es la única pata coja de la mezcla. El resto del reparto responde bien a sus diferentes papeles, agradeciéndose las apariciones estelares de Mathew Mc Conaughey y Tom Cruise, actores ambos que admito siempre me han caído muy bien (lo mio es ir contracorriente) a pesar de que sus dotes interpretativas siempre han sido más bien escasas, eso lo reconozco.

Total, una buena peli para pasar un buen rato y disfrutar viendo como incluso los actores americanos son capaces de reírse de ellos mismos sin complejo. A ver si aprenden algunos que yo me se...

martes, 10 de febrero de 2009

Madrid, Madrid

Decía Ismael Serrano (si, me gusta Ismael Serrano, ¿qué pasa?) que uno acaba irremediablemente enamorado de la ciudad en la que habita. Muy bien elegido el último verbo, por cierto. Y cierto es que las grandes ciudades tienen un encanto especial que solo una serie determinada de personas parecen capacitadas para asimilar. Afortunadamente para mi, yo soy una de esas personas.

A menudo me encuentro con gente, sobre todo en mi trabajo, que viven en algún pueblo en la sierra o incluso fuera de la provincia de Madrid, y todo su empeño parece ser convencerme de lo fantásticamente que viven allí, donde se respira paz, tranquilidad y una larga retahíla de ventajas que, en su opinión, Madrid no tiene. Es curioso, pero nunca ninguno de estos defensores de su propia idiosincrasia ha parecido percatarse de que en ningún momento me he arrojado a una defensa de las virtudes de mi ciudad, porque para mi es MI ciudad, tan apasionada como la suya. De hecho, ante cualquier conato de ataque al ritmo de vida de Madrid la mayoría de veces mi única reacción ha sido una media sonrisa o como mucho un lacónico "a mi me gusta", comentada con la seguridad de aquel que sabe que no necesita ninguna defensa ante afirmaciones que solo tienen como caldo de cultivo opiniones ajenas. No estoy con esto desmereciendo esas opiniones, más bien al contrario, les concedo suficiente dignidad como para no sentir la acuciante necesidad de rebatirlas. Como todo en esta vida, se reduce a puntos de vista.

Me permitiréis así que, recogiendo el anterior razonamiento, manifieste abiertamente que mi punto de vista es básicamente el de un enamorado de Madrid. La riqueza de una gran ciudad como esta para mi es lo que le infiere un carácter tremendamente frío cuando las circunstancias vienen mal dadas pero también increíblemente cálido en esos breves momentos en los que te permite conocer personas que te reconcilian con el mundo (si, eso también o decía Ismael Serrano). No es tanto el enorme número de servicios que tiene Madrid, aunque bien mirado apenas tienen parangón en el resto de la geografía española, sino el enorme número de formas de vivir, de personalidades y de planteamientos vitales que ofrecen sus habitantes. Por eso no puedo sino ser un ferviente admirador de la inmigración que estos últimos años ha recibido esta ciudad y ante la cual los típicos macarras de la moral se han echado las manos a la cabeza con una serie de argumentos tan escuálidos como peregrinos. Personalmente considero que los inmigrantes, sean de Cuenca o de Australia, enriquecen una ciudad ya de por sí tremendamente rica y compleja, y que deben ser motivo siempre de celebración.

Cuando voy paseando por Madrid y paso por la calle Montera veo toda una colección de putas, chulos y ex macos o aspirantes a macos, o paso por el Palacio Real y veo parejas de enamorados dando vueltas sin tener una dirección fija, o por el rastro los domingos por la mañana y veo a un sinnumero de tenderos continuando una tradición casi más antigua que la ciudad, o en el metro cualquier día por la mañana y veo una cornucopia de personas caminando por pasillos y escaleras, cada uno con sus preocupaciones, sus grandezas y miserias, no puedo dejar de pensar que a una ciudad con tal número de diferencias, una ciudad capaz de saltar de lo mejor a lo peor en apenas un latido no solo no es una mala ciudad, sino todo lo contrario, es una oportunidad constante de conocer a las personas un poquito mejor. Como se suele decir, si en la variedad esta el gusto, en Madrid habita este gusto multiplicado por diez mil. Solo puedo decir; ¡Gracias, Madrid, por ser como eres! Espero que lo sigas siendo mucho tiempo.